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El baño estaba lleno de mangas y personajes de anime en las paredes, mientras Christinne trataba de ponerse el traje escuchó un sonido metálico, al salir del baño se encontró de frente a su amiga Ivon de Guápiles, que traía unas grandes garras de metal, hace tiempo no se veían y llegaron a encontrarse en un concurso cosplay en la cafetería Casa Manga.

 

El cosplay viene de las palabras en inglés costume y play, es decir, un juego de disfraces y eso se reflejaba en el lugar del concurso, estatuas de ET, imágenes gigantes de Goku, farolas japonesas y pantallas que transmitían anime eran parte de la decoración sobrecargada que contrastaba con los detalles tradicionales de la casa que reformaron para hacer la cafetería.

 

Casa Manga es parte de un grupo de tiendas llamado Kaboom y cuando su dueño viajó a Japón le gustó la idea de las cafeterías maid (centrada en la temática de la cultura pop japonesa). “Al principio era un riesgo, porque no se esperaba que fuera tanto el pegue, pero ahora el negocio se puede considerar un éxito”, explicó Daniel Núñez, encargado de mercadeo de Casa Manga.

 

La cafetería es una de las primeras en su tipo en América Latina y ofrece  una experiencia anime-geek y “los concursos cosplay son para ayudar a la gente que le gusta esa actividad, para que no tengan que esperarse hasta los grandes festivales, le damos la posibilidad de quitarse las ganas”, concluyó Núñez.

 

Varios cosplayers llegaban con el pasar de los minutos e intercambiaban trucos de cómo confeccionar los cosplay, “es mejor la fibra de vidro”, “duré como un mes haciéndolo” eran algunas de las frases que se escuchaban en esas charlas. Christinne llevaba su noveno cosplay, para ella “el cosplay no es como un disfraz que se compra, hay que tener paciencia para confeccionarlo y ponerle cuidado a los detalles”.

 

Christinne estudia Ingeniería Industrial, pero eso no evita que le dedique al día tres horas al anime. En su cuarto tiene posters, peluches y un fondo de pantalla de sus animes favoritos. El cosplay también se cola en su vestimenta cotidiana, se confiesa fan de las lolitas, moda que surgió en Japón como un movimiento feminista, donde se usan ropas con estilos de otras épocas como la victoriana y fue popularizado con el anime en occidente.

 

Al inicio la abuela de Christinne decía que “el anime es diabólico”, pero con el paso de los años terminó ayudando en la costura para los trajes. La mamá de Christinne hace bolsos de personajes animes y los vende en los eventos, “ahora el cosplay es como un negocio familiar”, decía mientras hacía fila para la sesión de fotos previa al concurso. Fotógrafos del Calendario Cosplay capturaban las poses de los cosplayers, quienes desplazaban su propia identidad y se convertían en esos personajes, los sentían y se creían ellos.

 

En una esquina de la cafetería se encontraba el pequeño stand de Calendario Cosplay, los calendarios tenían un precio de 2700 colones. La vendedora, mientras jugaba con su Nintendo DS, aclaraba a los posibles compradores que “las ganancias van a la Posada de Belén, que es una organización que ayuda a madres en riesgo social y a sus hijos”. Wen, juez del concurso, y Gabriel Jiménez conversaban cerca del stand y veían las fotografías que le habían tomado a los cosplayers.

 

Al mismo tiempo Christinne miraba desde una banca a Wen y decía “ella sí que hace buenos cosplay, pero es humilde y no es como los otros, es que muchos de los buenos cosplayers se creen que están sobre los demás y dejan que la competencia los controle”. E Ivon respondía “por eso yo no salgo a tarima, solo hago cosplay para divertirme”. “Pero los festivales también sirven para encontrarse con cosplayers de otras partes del país”, repuso Christinne.

 

Los festivales grandes, como el Kamen y el Cosparty, son escenario de una feroz competencia por el primer lugar. Un viaje a México para participar en otro festival más grande, son algunos de los premios. 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

  • En Costa Rica el cosplay se manifiesta en diferentes escenarios como concursos, festivales y hasta en calendarios

Una pequeña introducción en los altoparlantes de la cafetería dio inicio al concurso. Wen primero revisaba los cosplay de los participantes con fotografías de referencia, para constatar si le había puesto atención a los detalles. Luego de que los jueces se acomodaron en sus sillas, los cosplayers debían interpretar a sus personajes de la forma más fiel si querían ganar.

 

Luchas, bailes y asesinatos simulados fueron parte de las actuaciones de los cosplayers, todo acompañado de la música del anime o videojuego de donde venían los personajes. Varios clientes se acercaban para observar las actuaciones en el zaguán de la cafetería. “Ese me gusta mucho”, “pero actúa mal”, eran algunos de los comentarios que los espectadores trataban de hacer con voz baja, pero que no lo lograban.

 

Christinne jugaba con sus cabellos azules, antes de que fuera su turno. Hubo un silencio y empezó su canción, con bastante soltura empezó a interpretar una coreografía, con la seguridad de alguien que la ha hecho muchas veces. Movía con agilidad los pliegues de tela de su vestido al mismo tiempo que su cabeza y su sonrisa seguían el ritmo de la música. Con sus manos reforzaba la expresión de mujer inocente que caracterizaba su personaje.

 

Detrás de esos pasos de baile seguros, la presión se apoderaba de Christinne, ya que se habían equivocado de canción, pero nadie notó ese detalle. Ella era la última de los concursantes, un aplauso siguió al final de la presentación y el ambiente de la cafetería volvió a la normalidad, todos retomaron sus conversaciones, a los sorbos de sus bebidas y dejaron de prestar atención a los cosplayers.

 

Christinne logró empatar el primer lugar con otro cosplayer y al cuestionársele si el cosplay es un arte o un hobby, respondío “es un arte, con él mucha gente desarrolla sus habilidades en costura, pintura y esto lo vivimos muchos de nosotros”.

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